Zú, la del barro y oraciones. -Una vez se ha escrito tu nombre en esas calles que no tienen regreso, la huella de tu paso primero te llama a cada instante. Más allá te esperan los relojes de algún tiempo distinto, indefinible, que transcurre sobre el destino que aun no se hace olas en tus vuelos, ni lluvia de tus cielos. Entre sonrisa y llanto, entre la tarde triste y la ilusión de un nuevo amanecer se desnudan todos esos rostros que no alcanzas a encontrar ante el espejo.
Vas como un poema de sueños franqueado tras las blancas cortinas de la razón. En tanto, otras calles esperan verte andar sobre su cuerpo duro y frío, para hacerse recuerdo entre tu ser de algun tiempo esperado, de algún cielo lejano.
Mujer. -Me llamo golondrina. Soy barca que vuela sobre olas con los remos emplumados de nostalgia, de tiernas esperas, de incansable aliento para el sueño. Parto por sobre los senderos invisibles que sostiene el viento entre su aliento. Soy la lluvia dormida entre las nubes, los labios que se hacen humedad cuando la tormenta se agita en el viento infinito del espacio sin nombre que besa las moradas del olvido, para hacer eterna la memoria en la memoria.
Te espero en mi sonrisa, para hacer llanto y flor de algun otoño. Destejer desde el fuego la ceniza y volver, de entre el frío, a cubrir cada hueso en nuestras manos con la piel que acaricia, entre el cansancio, los pétalos despiertos entre espinas y rocío.
Hombre. -Qué te hace no quedarte entre las huellas?
Mujer. -La espera de un mirar de ojos despiertos, que me vean correr sin prisa hacia la vida, desde la vida y por la vida sin llamarme a hacer nidos entre las piedras.
Hombre. -Se ven sobre tus labios mil fantasmas descorriendo la noche, entre espejos y caricias, por saberte ilusion, capricho y vuelo. Que se hace amar de amor; que va y regresa sin tocar, en tierno encanto, tu voz desnuda.
Mujer. -Te he visto caminar hasta mi aliento, dejándome el rocío entre los labios del nuevo amanecer.
Hombre. -Y vamos como canto sobre el tiempo, descorriendo las horas entre las horas. Sin mirar el reloj.
Mujer. -Me llamo golondrina...
Hombre. -Vuelo del alma. La pasión que se agita entre las venas.
Mujer. -Soy barca que vuela sobre olas, con los remos emplumados de nostalgia...
Hombre. -Te vas, luego regresa con el viento.
Mujer. -De tiernas esperas, de incansable aliento para el sueño...
Hombre. -El mar se hace tus alas en la distancia y sueña con amar sin prisa alguna.
Mujer. -Te espero en mi sonrisa, para hacer llanto y flor de algun otoño.
Hombre. -Dejo arder en pasión las melodías que se hacen pensamiento en tu cabello. Te veo regresar sobre el olvido, tomando entre tus manos la caricia.
Zú, la de barro y oraciones. -Y nos cae la tarde sobre todo lo que somos. La noche toma cuerpo en nuestra ida. Regresamos. Sin volver la mirada, regresamos. Las puertas se abren a cada paso dado. Los relojes se agitan sobre la arena lejana. Vamos dejando sombras y espejismo sobre el avance que toca el suelo adormecido y, sin decir adios, besam las huellas de otros pasos de ayer, hoy olvidados.
Respiramos entre lo pasado del momento, las miradas deambulan sin dejarse tocar por el paisaje.
Vuelan los murciélagos sobre el ocaso. Entre mil laberintos transcurrimos. Con los huesos en la piel, y todo el alma hamaqueándose en la nada. La espesa lasitud se hace bostezo. Todo por regresar sobre el regreso. Amando por amar esta existencia, segundo tras segundo. Hay casas de cartón en el trayecto, y lumínicas colas de cometas. Y luciérnagas tejiéndose en las huellas que van por no volver. Y los grillos frotándose los sueños, entre lo más confuso de los broques o debajo de piedras adormecidas. Hay un olor pasmado que se alcanza a tocar por los costados. Nos perdemos de las miradas en la distancia, mientras se hace luna la noche, espoleándose sobre el lomo del olvido. Amando por amar.