Renombrando el paso anterior.

Allí donde se ha puesto el mundo a fluir, a volar con el viento. Que luego está la vida vivida, los cantos dormidos, los pasos sedientos, los tiempos que esperan desiertos y paraísos en un instante de noche que amanece, de alas disueltas en las cenizas, de miradas perdidas en la niebla de un espejo roto...en los brazos de un eterno renacer de sombras y cielo azul. Que luego todo queda ahí, en un rincón cualquiera, como seducido por la incertidumbre. Porque luego hay que revestir los espectros de un tiempo de caminos transparentes y trascendentales, luego lo sabes, un poco después de retejer las alas y abrazar el viento y las alturas para no volver jamás a dejarte caer sobre el tropiezo de una eternidad posible. Fuera de todo discurso, también va la vida como un arroyo subterráneo que calma la sed y el cansancio sin mirarte al espejo de lo imposible. 

 

Al Norte Cibao, Montecristi.

Allí donde está el nido, espera la ilusión primera. La mirada inocente y abierta al todo, el camino sin espinas...el vuelo de mil aves en la memoria. Acaso haya palabras, impresiones, componendas de eternidad. En el fondo se quiere mantener todo aquello fijo, sin cambios, pero nunca ha de ser así. Porque luego se van aquellas formas y el sol nos pone en medio de un camino sin regreso. Acaso tiente la nostalgia, acaso sobreviva una media sonrisa en nombre de aquellas alegrías.