jueves, 21 de mayo de 2009
Hasta el viento
Y no eran simples palabras. Era la vida.
Ese nacer simple de las flores
No iba atento del sol que surge a oriente.
Nisiquiera de la primera lluvia.
Ese andar sin fronteras que va
De estación en estación
Sin perder la nostalgia de un futuro sin anhelos.
El aletear preciso de los pasos,
El mirar prudente de unos ojos distantes...
Y luego,
El dejar pasar las cosas
Que no llevan color ni pensamientos.
Solo por respirar cuando termine el día...
Y así se aunan las formas reverentes
Por sobre precipicios y quimeras.
Saludo que es arena y alas blancas.
Caracolas de aroma repentina con sabor a sal.
Tiempo que se desliza entre las manos;
Brillo abundante de un corazón tallado
En la pura levedad de la pureza.
Respiran los cimientos entre alas de mariposas
Y un soplo de aliento que se escurre sobre la niebla
Que bifurca la mirada...
Un paso hizo el siguiente. Una flor
A otra flor, y la otra al jardín...
Fuera de esas inconclusas oraciones
Entre grises y desdobladas esperanzas.
Lo verde del concreto que suele respirar amaneceres.
A lo lejos se siente ve aletear
El frío abrazo entre barro y espada.
Todo eso llegó a ser. Y un poco más.
Pero son otros días ya los que le envuelven
Y otras son sus voces.
Fuente de alegría pura.
Que no tiene que ver con el aplauso.
Todo envuelto
En abiertas realidades.
Y así transcurren estrellas y cometas
Entre infinitas nubes y espesura.
Hilo abundante para tejer finas escaleras
Hasta la luna sobre la voz del sereno.
cuando viene a surgir entre las noches
Otras noches de miel.
Y es dulce el canto de los grillos,
Notas que se abren paso en el rocío
Hasta ver florecer el nuevo día.
Y así, sin verse el tiempo esculpir
entre las frías paredes de las ruinas;
Canta la madrugada con voz de vida.
Una y otra vez,
Mientras se corren la suerte sobre el destino,
Corren los dados sin prisa sobre mapas intangibles.
Se ata a las enredaderas del camino.
Behuco de papel.
Qué sublime es vibrar sobre esas Olas!,
Correr despacio por entre la ternura del abismo.
Sin dejar de saber
Que la tormenta tiene sus propios vendabales
Y sus lluvias
A cada soplo irrefrenable del recuerdo.
He ahí el caminante y el camino.
Al sueño que levanta el papalote
Por entre el viento mismo.
Dejando transcurrir las palabras
Que no son suyas
En un andar incoloro del susurro.
Viendo con gracia la cotidiana función
Que vuela en círculos
Una y otra vez.
Hasta el cansancio.
Para luego doblarse sobre su propia cruz
Sin reso alguno y con olor a espejitos azules.
Un camino para cada ocación.
Las inalcanzables desnudeces de la pasión.
Allá donde se ha de tocar en pensamiento
Vida y propósito.
Senderos que no llevan a lado alguno...
Saber detenerse y respirar.
Cuando es preciso respirar.
Una y otra vez.
Y en todo,
Reencontrarse con la voz primera.
Solo para saber lo ya olvidado.
De tanto andar entre los pies
Descalzos
De la memoria
Volviendo la mirada cuando toca la superficie
Los ambiguos cansancios
Y respirar entre abrazos
Cuando la tarde se abre a la ternura
De uno mismo.
El caminante ve serenamente,
Como el primer día de la mirada primera.
El entender le seduce entonces la sonrisa.
y todo se detiene,
Hasta el viento.
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