Calles de un tiempo dormido.
A voz de piedra, a pies de pluma...a reloj de arena. Que aquellas travesías hablaban de un buscar doblar a cada esquina. Porque se hacía noche a pleno amanecer, ocaso en plena madrugada, o algo así que se perdía la ilusión sobre un asfalto vacilante. Pero no hablamos de cosa alguna, hablamos de un mundo que va o que viene rotando sobre su propia sombra. Camino que hace camino y huella. Son muchas cosas para entenderla de una vez, en una vida. Y es sólo una vida. Y nada más. Así que de mucho andar se vuelve a la cuna. Al nido primero, entendiendo menos la ilusión que acaso es el tiempo. Ante el espejo el rostro es ceniza de cada amanecer, vuelo voraz de estrellas y plumas de fuego por entre noche y luna. Que luego la sonrisa regresa a la alegría, la lluvia a la tristeza y el rostro se desliza del rostro y el mirar de la mirada. Quién gira sobre quién, si el hombre sobre el mundo o alrevés...no sabemos. Y en eso nos coge el día, la vida entera. Para luego saber, que nada sabemos de nada. .jpg)
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