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Y entonces fuimos tantos que ya no era posible distinguirnos
Unos de otros.
A la mesa faltaban cubiertos y cucharas. Sobraban miradas
Sobre la mirada de dos ojos por persona.
El comer era moderado: A cada uno nos tocaba
Un cuadrito del mantel y un jarro de agua de la tinaja.
Y luego nos rodeaba el radio de oído a oído.
Pero el tiempo cambió. Dejó de llover.
Y allí nos fuimos en desvandada
Como paraguas que arrastraba el viento
Mientras la noche lababa su cara en la tierra húmeda.