sábado, 27 de junio de 2009
Destino de una fábula
Adelantan los pasos entre los mares.
Por andar entre mundos de sal y húmedas huellas.
Los remos se hacen las alas del viento.
El sol se balancea entre las olas.
Y el canto del camino se hunde entre los pasos del reloj.
El olor de la lejana orilla nos toma en pensamiento.
La arena que se acurruca entre las caracolas.
Todo aquello es sueño. Se dicen las gaviotas
De blancas plumas.
Pero el mundo se hace cierto entre los lirios
Que mecen las lejanas primaveras.
No es preciso adelantar por sobre el destino.
Pero el destino no es tiempo.
Este tan solo es un concepto matemático.
Una mala costumbre de la razón.
Aquel no toca la mirada del caminante.
Solo se hace cierto al contar las huellas
De las huellas.
Hay huellas de sal.
Hay grises huellas.
Azules huellas hay.
verdes, hay huellas.
Rojas, negras, moradas, incoloras huellas...
Hay.
Y todo ello sobre la mesa da corpoeridad al destino.
Pero el camino es más que el porvenir.
Pero el hombre y el camino son uno a la vez.
El destino es una sombra de un camino elegido.
Nada es constante. Hay miles de hombres, millones
De hombres que nacen cada día en cada hombre.
Con la tierna verdad del silencio.
Ruido inaudito
Que camina entre las piedras de los ríos
Entre los peces de los ríos. todo a la vez.
Con el propósito infecundo de ver crecer las alas
Y nacer la sonrisa en cada amanecer.
Hemos ido a cada paso del paso anterior
Midiendo el impacto y la memoria:
Nada es lo que es.
No todo es parte de un libro o un dialecto:
Hay cosas que solo son eso.
Lo que eso fué.
Y luego se va aunque vuelva cada vez
Que vuelva
A frecuencia de lo que es.
Hay rostros que van perdiéndose
Antes de ser recuerdo o espejo.
Que auyentan la persistencia
Y vuelven cenizas la impresión.
Pero andamos así,
Entre lo que pudo ser y lo que fué.
Sin dejar huellas.
Deletreando anhelos o durmiendo alfabetos.
Lo pequeño es grande ante la inconciencia;
Lo grande es pequeño ante lo insalvable.
Dejemos que corran sin prisa,
La prisa lenta de lo intrascendente;
Que se anide el paisaje lejano
De la fábula.
Recogemos canciones entre turbios esqueletos;
Nos hacemos la idea de la inmortalidad.
Las manos aplauden lo indescible.
Y entre la lluvia y la tormenta
Volvemos sobre las alas de las hormigas.
Los templos en que habita la nostalgia
Es un paraíso de serpientes.
Vamos quemando las rodillas al sol
Por otro sol inexistente.
Esa luz solo habita en la memoria
Y vino a echar raíces
Luego de pisar tierra firme
Y derricar la cuna.
Cada día que nace
Apenas empieza la vida para el que respira.
La tarde se abrirá, de par en par,
Cuando la conciencia deje de sonreírle
A la sonrisa.
El hombre es el destino del hombre.
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