miércoles, 11 de febrero de 2009

Cuento





Contar el cuento. Un cuento cualquiera. Contar un cuento. Decir que la vida ha sido de tal o cual manera. Mirar los ojos del destino y dejar el ciego juicio del todo en la nada. Qué somos?
Acaso el cuento que contamos?
Es posible que nos convirtamos en eso. Andar sin rumbo fijo, habitando espacios desde el esqueleto de la sombra. Respirando sobre nuestro roto reloj y sonriendo a la vista de quien cuenta el cuento que contamos. Felicidad. El cuento es decir que somos felices. Que hemos superado la prueba de la existencia. Que tenemos esto. Que aquello nos pertenece. Que somos la forma más perfecta de la existencia. Hijos de dios. Hechos de barro. Cantando el cuento. Resando el cuento. Cabalgando sobre el cuento y corriendo, inclemente y noble, lejos de la sola soledad del instante y del reloj. El cuento. Una y otra vez el mismo cuento. Y luego la tristeza respira. Y respira el vacío. Sonreímos cuando nadie nos ve. Y eso somos. A los ojos del mundo nos arrastramos con el cuento de nuestra cierta felicidad. A los ojos de la desnudez ansiamos descartar el vacío que echa cuerpo en nuestro cuento encubierto. Vestido de barrullos y gemidos. De gritos. Oropel que se atasca ante el brillo real del ser...Y es el cuento. Todo esto es el cuento. Cobijados entre espejos y lámparas de sueños. Despiertos sobre la luz que aletea como mariposa en la oscuridad. Ya lo vimos. Nuevamente el cuento. Escapados de la nostalgia le dibujamos maletas y alas blancas al futuro. El presente es para construir el futuro. El pasado se ha ido. A cada instante se va. Llevando los cajones vacíos. Respirando en lo intangible. Y entonces las huellas. Contamos las huellas. Una a una. Todas a la vez. Sin ábacos ni perfumes. Con las manos enguantadas. Y luego llega la tarde y el cansancio. Y allá el cuento nueva vez. Lo contamos sin reparo. Con la seguridad de que será creído. De que nos hará ganar la gloria. La gloria. Ir por entre escaleras sin dar tumbos hasta, que en lo alto, en el cojollito de la incertidumbre, recordamos que el cuento tiene su propia versión de nosotros. Allá donde no llega el mirar de la mirada, se despoja de sus ligaduras el otro cuento del que cuenta. Aquel desdifrazado aspaviento de vientos movedizos que nos habla al oído sobre el susurro infertil de la plenitud...Y respiramos para dejarnos de cuento y simplemente ser lo que somos. Fuera del cuento por primera vez...

1 comentario:

  1. Supongo que debemos dejar de narrar el cuento y dejar que el cuento nos guie en nuestro caminar...la gente solo ve la proyecciond elo qeu nosostros queremos que vea, menos mal que a veces algunos ven mas alla ...

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