sábado, 14 de marzo de 2009

Media sonrisa


El rostro blanco se fue con el perfume de la última primavera.
Recuerdo las nubes cuadriculadas y los periódicos
En desbandada. Y luego ya no fue posible escribir su nombre.
Eran tantas letras y apenitas me quedaba una ladera
De la mano derecha para contar de la vida.
Y la vida respiro de igual forma.Con la forma inenarable del tropiezo.
Los pesados bloques de las calles celestes.
Las flores que desvestían golondrinas.
Y esa canción de dos letras con sabor a chocolate
Y a pan con mantequilla.
Vi sus faldas rosar el alba y su cabello se hizo sueño
Antes de la madrugada. Las hormigas desnudaron la almohada.
Y yo, pobrecito de mí!, tan solo pude alargar
A todo lo largo de la pena,
Mi brazo izquierdo y decir ese adiós mudo
Que recuerda las viejas maletas y la orilla del río.
Tuve que acomodarme en el aleteo de gallos de largas plumas
Que desgargantaban el rocío
En misericordiosas alabanzas intestinas.
Y luego se cerraron los viejos cuadernos,
(La estufa no tenía gas)
Entre la braza y la ceniza pude ver la flor
(Abrigo de una vieja luciérnaga de cartón)
Afiebrada, que me hablaba de un nuevo amanecer.

Qué tan lejos pudiste ir en esa carreta de charamico?
Posiblemente el calor agotó lo poco que bombeaba
En tus venas y viste mil sonrisas
Decirte adiós mientras te hacías parte de un jardín
Sin espinas.
Mil vueltas dí sobre la ilusión primera.
Y entonces corrieron los caballos
Disueltos en la llovizna infertil
De un mediodía cualquiera. Así de rápido fue todo.
Y luego la noche murmuró sobre las espesas melenas de los búhos.
Era otro nido. Pensé. Las estrellas galopaban sobre la oscuridad,
Quise descolgar quimeras del silente murmullo. Y no pude.
Así que la historia se fue diluyendo
Mientras se secaban al viento los paños húmedos
Colgados sobre el canto de los grillos...

Y entonces transcurrió un siglo. Y otro más...
Y tras el siguiente pude desnudarme. Sé de esa voz
Que alzaba el horizonte por sobre las piedras y los espejos.
Corrí entonces cubierto de relojes de arena,
Siguiendo el sueño que apenas me daría
La esperanza de un beso. Dejé que mis piernas
Se doblaran sobre las pesadillas
Y fui el canto de las perdices
Y el verdirojo del barrancolí para, al caer la última tarde,
Ver que no era una cierta la brevedad de unos labios
Tensos
Que hablaban de besar entre la media luna del cansancio.

Vuelvo la mirada y no quedan huellas. Ni palabra alguna.
Ni esqueletos.
Solo el ruido sordo del olvido acoge la esperanza.

Vuelvo, a pantalones cortos y vuelo de cometas, a pronunciar,
Sobre el poema de sal, el desabrido espectro
De dos manos tejidas describiendo la tarde que agoniza.
Y todo vino para irse sin siquiera dejar la sensación
De un afabulado recuerdo...

Apenas nos vimos en carreras sobre el prado,
Contando margaritas y dejando que el viento
Echara a volar los vestidos y las tiernas palabras
Que rodaron por la hierba
Hasta que ya fue hora de volver al regreso.

Y así el horizonte nos toma desprevenido,
Cuando regresan, en cansado vuelo,
Las garzas a sus nidos
Mientras lejanas luces hablan
Por sobre lo que la noche nos aventaja.
Y todo se desvive en el lejano resplandor
De los luceros. Sin sonrisas ni sonrojos,
Recorrimos mil trayectos sin dejar
De ser perfumes del camino,
Y con la noche todo quedó tejido
Entre roces y vino blanco.

Allí está tu casa, pienso sin decirlo,
Apenas puedo con el sereno tibio
Que se aferra a mi rostro amarillento
Y relajado...
Por sobre todas las historias quedan las ganas
De un nuevo encuentro.
Así que no es el tiempo que ha pasado.
Es que recorremos el mismo camino
Sin siquiera tocarnos en pensamiento.

Y las cosas se olvidan. Los hombres arrastran nuevas cruces.
Y otros labios se besan en historias paralelas,
Con sabor a canela y a café dulce
Mientras somos menos los que vamos,
Fingiéndonos olas,
Remando por el mar de blanca arena
Mientras muere la tarde.

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