lunes, 15 de marzo de 2010

Amanecer




Como es que se vuelve el paso. Lo he olvidado.
Preciso es encontrarse con el librito de las frases inconclusas.
Tanteamos, bordeamos, incluso desatamos todos los nudos.
Tú tienes las palabras fáciles. Yo tengo el sosiego de un desusado
Alfabeto. Vas y vienes. Caminas reculando los espejos.
Como un cangrejo de asfalto. Y la luna que se hace estrella,
De las noches de lluvia, bajo un techo de cana.
Hablamos de dos mundos que giran de por sí
Hacia parajes distintos. Tienes alas largas.
Yo tengo aprendido los pasos de regreso al paraíso,
Por entre los cadillos y el bejucal de zaragüey.
Faltarán agujas a nuestros relojes para bordear
El tiempo sumergido en la arena.
Cuando se hacían huellas las huellas,
y no eran precisas las palabras para entender
El silencio. Dos. Uno. Multitud. No es posible
Ver el mundo cual si fuera un número
O una ilusión que se nombra en sí misma
Mientras se pierden las miradas
Detrás de altas y duras paredes de incomprensión.
El presente nombra otros horizontes.
Y estoy desatando las voces que han de dormir
Las luciérnagas sobre la humedad del rocío.
Toda palabra es simple. Metáfora o beso.
Canción o abrazo.
Me quedo sin saber lo olvidado.
Mi casa es de cartón
En ella pernoctan los lagartos.
Bendiciones.

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