jueves, 18 de marzo de 2010

Cuando llora el espejo


La presencia necesaria del aliento.
La ausencia.
La voz que se cruza a nuestro mundo.
La voz que se va.
El camino empedrado de nostalgia.
Las espinas dobladas sobre un manto de arena.
El espejo quebrado en la caricia.
La otra imagen del placer.
El vacío infinito apagando las velas
Del laberinto. Oscuridad que toca
El agua mansa
Y se bebe, de un solo sorbo, la mirada.

Música que llega con el viento
Como el viento
Hasta que un rayo infinito de apagados susurros
Se dobla sobre las alas.
Se ata a sus compaces y luego huye.
Huye.
Y luego huye.
Corre entre sórdidos ronquidos y arcoiris
Por temor a bailar entre nubes
Atadas a escaleras
Y castillos poblados de amor puro
Y de esmeraldas.

Y se va sin regreso aun desnuda.
Desnuda de la vida y del abrazo.
Desnuda del camino y de los pasos.
Desnuda entre sus labios y la llovizna.
y se funde en el paraguas de su aliento
hasta que amaine el perfume entre su pecho
O se enrosque sobre un nido de espinas la serpiente.

La ilusión se ha doblado
Sobre el árbol sin sombras que respira.
Y de nuevo abre sus alas
A cantares que vuelan en agonías.
y ríe sin ternura, el eco de la esfinge,
De sus propias y ligeras pesadillas.
Le cruje aun el recuerdo
Del blando resplandor de la ironía,
mientras gime la aurora.

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