Eso del camino, del destino, de nuestra historia tiene su propio nombre. Su propia ilusión de realidad. Cuando nos inventamos mundos paralelos a través del arte, estamos admitiendo que solo hemos visto lo superficial del universo. El espejo nos vuelve el reflejo de una mirada a mitad del camino. Porque la realidad como tal está fuera de todo concepto inventado o admitido. El arte redescubre las sombras del sol que nos envuelve, algo así como una mirada aprendida lejos de la sublimidad del recibir lo que nos rodea sin definir en lo más mínimo. El camino en las huellas, el andar en plena inocencia. Triste alegría, alegre tristeza.
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