jueves, 27 de noviembre de 2008

Ilusión de primavera








Y es entonces cuando vuelve la vida con sus cosas.
Manos que se abren, puertas que se cierran.
Si la tarde es amanecer, la noche es un sueño.
La lluvia es el llanto y el río que regresa al mar.
La tentación es la voz muda que toca la esencia
Del amor disperso entre las huellas.
Cuerpos y perfumes que vuelan como alas de la ilusión.
Amaneceres que besan las flores silvestres.
Dueños del destino, vemos las ruinas de verdes nidos
Sobre el aliento de la tierra húmeda...No es una vida nueva,
Ni una canción de cuna...
Es solo la ilusión de una hermosa primavera.


martes, 25 de noviembre de 2008

Juglar de aguas pasadas

Ramitas de flores, perfume de espinas, Que no tengo una espada ni una botella de vino, para
echar a perder el ladrido de los perros. No concilio el sueño y
para colmo de males al vecino burrundango le ha cogido con
celebrar el vicentenario de que su mujer le colgó dos hermosos
cuernitos de terciopelo mientras el hacia servicios militares en el
cachón dela rubia. He ensaltado cuarenta zancudos con mi trampa
de dobleacción invertida...Y justamente hoy se le ha ocurrido a
purrungo dejarse cocinar por un alambre de alta tensión por estar
colocando el servicio de electricidad a doña filomenta, que se está
pudriendo de cuartos y la muy cododuro quiso hacer un atajo a sus
cuestionados gastos en el bingo de la 27 de Febrero. Bueno
que le pasara al muy Purrungo, ya se lo tenía avisado yo, que
era prudente que se buscara otro modo de ganarse la vida, en
vezde estar bregando con cables...y el siempre me decía de los cables con que se gana la vida mi sobrino
Alcantarilla...Sucede que el es un puto-con-exclusividad para
machos-cabrios-o-cabrones allá él con sus vuelos de acción retardada y de reversa pero ni tu ni yo somos de esa generación y
agenos a toda condición...Y allá se ha ido a los brazos del divino calcinado...Que
glorioso infierno purrungo...Y para colmo volviste una mierda el servicio electrico del barrio, y en esta noche me encuentro yo azaradopor cuchumil vecinos. y para colmo de la colmena,el vecino cuernivicentenario ha salido a la calle en pelotas cantando a viva voz¨Se-me-muere-rebeca¨Me imagino que estará disfrutando esta premiere purrungo, desde la gloriao estará entrándole a pedradas y maldiciones a los otros angeles que se burlan de ti, incluido
alSan-Pedro-de-lallave, porque a la verdad que te has de ver de los más cursi, con dos alitas en la parte alta de la espalda y tu cuerpo Wasakakado; resando la letanía de las- siete- menos - quince, en que el sssseeeeñññññoooorrrrr pasará a revisar a la tropa...Esto es un horno, purrungo, fíjate que ahora suena una sirena por los lados de la Duarte-con-parís, algun fuego ha de estar consumiendo un sitio equis...recemos purrungo porque los circundantes tengan mejor destino que tu, con el bronceado...Vendito sea el cielo, llegó la luz, bueno, porque ya me estaba cansando de hablarle a los lentes de aumento de mi tío filomeno,
queen-paz-descance.Y al bizcochito de purrungo. coge ahí,
que ahora yo vuelvo a lo mío...

sábado, 22 de noviembre de 2008

Leyes fundamentales de la estupidez humana




-RESUMEN DEL LIBRO "ALLEGRO MA NON TROPPO"-

Carlo M. Cipolla

“Tengo la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, de que los hombres no son iguales, de que algunos son estúpidos y otros no lo son.” Carlo Cipolla

LAS LEYES FUNDAMENTALES DE LA ESTUPIDEZ HUMANA

1. La Primera Ley Fundamental: " Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo".
2. La Segunda Ley Fundamental: " La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".
3. La Tercera Ley Fundamental: " Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".
4. La Cuarta Ley Fundamental: " Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error".
5. La Quinta Ley Fundamental: " La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado".

CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DE PERSONAS

Todos los seres humanos están incluidos en una de estas cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos.

Los Incautos: Podemos recordar ocasiones en que un individuo realizó una acción (es decisivo que sea él quién la inicie), cuyo resultado fue una pérdida para él y una ganancia para nosotros: habíamos entrado en contacto con un incauto.

Los Inteligentes: Igualmente nos vienen a la memoria ocasiones en que un individuo realizó una acción de la que ambas partes obtuvimos provecho: se trataba de una persona inteligente.

Una persona inteligente puede alguna vez comportarse como una incauta, como puede también alguna vez adoptar una actitud malvada. Pero, puesto que la persona en cuestión es fundamentalmente inteligente, la mayor parte de sus acciones tendrán la característica de la inteligencia.

En determinadas circunstancias una persona actúa inteligentemente, y en otras circunstancias esta misma persona puede comportarse como una incauta. La única excepción importante a la regla la representan las personas estúpidas que, normalmente, muestran la máxima tendencia a una total coherencia en cualquier campo de actuación.

Los Malvados: Todos nosotros recordamos ocasiones en que, desgraciadamente, estuvimos relacionados con un individuo que consiguió una ganancia causándonos perjuicio a nosotros: nos encontramos frente a un malvado.

Existen diversos tipos de malvados; el malvado perfecto es aquél que con sus acciones causa a otro pérdidas equivalentes a sus ganancias. Otro tipo de malvados son aquellos que obtienen para sí ganancias mayores que las pérdidas que ocasionan en los demás, esos son deshonestos y con un grado elevado de inteligencia, pero la mayoría de los malvados son individuos cuyas acciones les proporcionan beneficios inferiores a las pérdidas ocasionadas a los demás. Este individuo se situará muy cerca del límite de la estupidez pura.

Los Estúpidos: Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de las dudosas acciones de alguna absurda criatura a la que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daños, frustraciones y dificultades, sin que ella vaya a ganar absolutamente nada con sus acciones.

Nadie sabe, entiende o puede explicar por qué esta absurda criatura hace lo que hace. En realidad no existe explicación -o mejor dicho- solo hay una explicación: la persona en cuestión es estúpida.

La mayoría de las personas estúpidas son fundamentalmente y firmemente estúpidas, en otras palabras, insisten con perseverancia en causar daños o pérdidas a otras personas sin obtener ninguna ganancia para sí, sea esto positivo o negativo. Pero aún hay más. Existen personas que con sus inverosímiles acciones, no solo causan daños a otras personas, sino también a sí mismos. Estas personas pertenecen al género de los superestúpidos.

EL PODER DE LA ESTUPIDEZ

Como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales: del factor genético y del grado de poder o autoridad que ocupa en la sociedad.
Nos queda aún por explicar y entender qué es lo que básicamente vuelve peligrosa a una persona estúpida; en otras palabras en qué consiste el poder de la estupidez.

Esencialmente, los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido.

Una persona inteligente puede entender la lógica del malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad: racionalidad perversa, si se quiere, pero al fin y al cabo racionalidad. El malvado quiere añadir un "más" a su cuenta. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener un "más" para sí, procurando también al mismo tiempo un "más" para los demás, deberá obtener su "más" causando un "menos" a su prójimo.

Desde luego, esto no es justo, pero es racional, y si es racional uno puede preverlo.

Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Una criatura estúpida os perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever si, cuándo, cómo, y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.

Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, de ello se deriva que generalmente el ataque nos coge por sorpresa incluso cuando se tiene conocimiento del ataque no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque, en sí mismo carece de cualquier tipo de estructura racional.

El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario de todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora.

Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente.

No hay que asombrarse de que las personas incautas, generalmente no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni las malvadas consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez.

Generalmente, se tiende incluso a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto significa que se está confundiendo la estupidez con la candidez.

SOCIEDAD Y ESTUPIDEZ

Sería un grave error creer que el número de estúpidos es más elevado en una sociedad en decadencia que en una sociedad en ascenso. Ambas se ven aquejadas por el mismo porcentaje de estúpidos. La diferencia entre ambas sociedades reside en el hecho de que en la sociedad en declive los miembros estúpidos de la sociedad se vuelven más activos por la actuación permisiva de los otros miembros.

Un pais en ascenso tiene también un porcentaje insólitamente alto de individuos inteligentes que procuran tener controlada a la fracción de los estúpidos, y que, al mismo tiempo, producen para ellos mismos y para los otros miembros de la comunidad ganancias suficientes como para que el progreso sea un hecho.

En un país en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual; sin embargo, en el resto de la población se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los incautos.

http://www.personal.abre.es

viernes, 21 de noviembre de 2008

Clown





El clown maquillaba al hombre,
para ocultar las cosas tangibles
Y las huellas vanas .
No sus penas y cansancios.
A esos lo vestía de risas y canciones.
Y le hacía saltar como un infante
A cielo abierto.

jueves, 20 de noviembre de 2008

cartas sin remos que miran al mar


he leído tu carta. sin saberte,
he leído tu carta.
donde hablas de tus labios y el beso
de tu pecho y el frío.
no supe que decir, aun no lo sé.
pero el aura intransferible de tus versos
me llevaron a sembrarme
sobre el sueño
que ablandabas a mis oídos...

"Es que ya te he visto en algún lugar
O en algún tiempo
Y no me queda otra atención
Al tiempo mismo
Que mostrarte las arenas
De las mías.
Tengo alas, dos alas
Y mil besos esperándote en la tarde."

No sospeché tu nombre
aturdido sobre el fuego de tus líneas
te busqué a la distancia
perdido en miradas y pensamientos
corrí sobre las aguas
para volver cabizbajo
a tu ternura...

"Si me vieras desnuda,
mientras ato tu ojos a mi mirada,
Volando sobre el sudor
de tu cuerpo ausente
y dándole formas a esta
insufrible ilusión
De tomarme el viento y la soledad
Hay cosas,
que veo por las calles
que llevan tu nombre
y sobre las espaldas de los transeúntes
te veo sonreír sobre mi cuerpo..."

Has agregado fotos tuyas,
y te puedo decir que tu belleza
traspasa el semblante
de las formas.
Hay fotos en el parque
Hay fotos en la playa,
Hay fotos en tu casa,
en el cálido nido en que habitas
todas ellas cargadas de brillo
en tus ojos
casi sin maquillaje
y el pelo, liso y oscuro,
bañando el rostro en que transcurres...

"No te niegues a encontrarme
entre el camino
que hace tus huellas,
ni me vistas en formas de locura.
Tómame entre la sed
del vino amargo
que tocan los calientes
rayos
deslizados, tiernos y puros,
por el cuerpo
entre el cuerpo...
bañando de saciedad
el infinito vacío que respira..."

Esto dices,
y entre todo lo que siento
está abierta la distancia.
Hoy te envío algunas cosas mías
para que no estés tan lejano
en anhelo. besos.
No dejes que el camino
haga nido en tu ser.
Que ya habrá vida
para la vida nuestra
y tiempo para que nuestros cuerpos
tejan fábulas
más dignas, antes que muera el día.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

martes, 18 de noviembre de 2008

"El mal tiene un olor inconfundible"

Discurso del escritor judio Amos Oz, durante la recepción del “premio Goethe” Frankfurt (alemania). artículo publicado en la contraportada del suplemento del diario El País, sábado 1 de octubre de 2005

El mal tiene un olor inconfundible. Así como es enormemente difícil definir la verdad, pero muy fácil detectar una mentira, a veces puede resultar difícil definir el bien, pero el mal desprende un olor inconfundible; cualquier niño sabe lo que es el dolor. Por consiguiente, cada vez que causamos dolor a otra persona de manera deliberada, sabemos lo que estamos haciendo. Estamos haciendo el mal.

Sin embargo, los tiempos modernos han cambiado todo eso. Han difuminado la clara distinción que hacía la humanidad desde su más tierna infancia, desde el Edén. En algún momento del siglo XIX, no mucho después de que muriera Goethe, entró en la cultura occidental una nueva forma de pensamiento que dejaba de lado el mal, que incluso negaba su existencia. Aquella innovación intelectual se llamaba Ciencia Social.

Para los nuevos practicantes de la psicología, la sociología, la antropología y la economía, seguros de sí mismos, exquisitamente racionales, optimistas y totalmente científicos, el mal no tenía importancia. En realidad, tampoco la tenía el bien. Todavía hoy, algunos especialistas en ciencias sociales, sencillamente, no hablan del bien ni del mal.

Para ellos, todas las razones y acciones humanas son consecuencia de las circuns­tancias, que muchas veces se escapan a nuestro control. "Los demonios", decía Freud, "no existen, del mismo modo que no existen los dioses; no son más que productos de la actividad psíquica del hombre". Estamos dominados por nuestro entorno social. Desde hace unos 100 años nos dicen que sólo nos mueve el interés económico, que somos meros productos de nuestras culturas étnicas, que no somos más que marionetas de nuestros propios subconscientes.

En otras palabras, las ciencias sociales modernas fueron el primer intento serio de eliminar el bien y el mal del escenario humano.

Por primera vez en su larga historia, ambos quedaron abolidos por la idea de que las circunstancias son siempre las responsables de las decisiones humanas, las acciones humanas y, sobre todo, el sufrimiento humano. La culpa es de la sociedad. La culpa es de una niñez difícil. La culpa es de la política. El colonialismo. El imperialismo. El sionismo. La globalización. Así comenzó el gran campeonato mundial del victimismo.

Por primera vez desde el Libro de Job, el diablo se había quedado sin trabajo. Ya no podía jugar co­mo antaño con las mentes huma­nas. Satán estaba descartado. Estábamos en la era moderna.

Pues bien, los tiempos pueden estar cambiando de nuevo. Es posible que se despidiera a Satán, pero él no se quedó parado. El siglo XX fue el peor escenario de maldad sanguinaria que ha visto la historia.

Las ciencias sociales fueron incapaces de predecir, afrontar o incluso comprender ese mal mo­derno y tecnologizado. El mal del siglo XX se disfrazó, muchas veces, de una intención de reformar el mundo, de idealismo, de la nece­sidad de reeducar a las masas o "abrirles los ojos". Para algunos, el totalitarismo fue la redención laica, a costa de millones de vidas.

Hoy, después de haber sobrevivido al mal del poder totalitario, tenemos profundo respeto por las culturas. Por las diversidades. Por el pluralismo. Conozco a algunas personas dispuestas a matar a cualquiera que no sea pluralista.

El post­modernismo volvió a dar trabajo a Satán, pero, en esta ocasión, su trabajo raya en lo hortera: un hermético puñado de "fuerzas oscuras" es el responsable de todo, la pobreza y la discriminación, la guerra y el calentamiento global, el 11 de septiembre y el tsunami. La gente normal siempre es inocente. Las minorías nunca tienen la culpa.

Las víctimas son, por definición, moralmente puras. ¿Se han dado cuenta de que, hoy día, el demonio no parece nunca invadir a una persona concreta? Ya no existen los Faustos. Lo moderno es decir que el mal es un conglomerado. Los sistemas son malos. Los gobiernos son malos. Instituciones despersonalizadas dirigen el mundo en su propio y siniestro beneficio.


Satán ya no está en el detalle. Los hombres y mujeres, como individuos, no pueden ser "malos" en el viejo sentido del Libro de Job, o Macbeth, o Yago, o Fausto. Usted y yo siempre somos buenas personas. El diablo es siempre el sistema. Esto es, en mi opinión, una horterada ética.

Goethe no era orientalista ni multiculturalista. No era el exotismo extremo e imaginario del Este lo que le tentaba, sino la sólida sustancia y la novedad que las culturas orientales, la poesía y el arte orientales, pueden otorgar a las verdades y los sentimientos universales de los seres humanos. El bien es universal; y Dios también:

"Dios posee Oriente, Dios gobierna Occidente, Norte y Sur por igual, cada tierra reposa en su mano bondadosa".

Más importante aún, el amor es universal, vale lo mismo para Gretchen que para Zuleika. Por eso un poeta alemán puede escribir un poema de amor para una mujer persa imaginaria. O para una mujer persa real. Y puede ser sincero. Y lo más conmovedor de todo es que el dolor también es universal.

Goethe no recurre a Oriente para demostrar nada. Se toma muy en serio a los seres humanos, a todos los seres humanos. Tanto en Oriente como en Occidente, los hombres buenos lloran.

En el mundo hay buenas personas. En el mundo hay malas personas. No siempre es posible rechazar el mal con encantamientos, demostraciones, análisis social o psicoanálisis. En ocasiones, como último recurso, hay que hacerle frente por la fuerza. A mi juicio, el mal supremo en el mundo no es la guerra, en sí, sino la agresividad. La agresividad es "la madre de todas las guerras". Y, a veces, es necesario repeler la agresión por la fuerza de las armas para que pue­da reinar la paz.

Volvamos a Goethe. El Fausto de Goethe nos recuerda de forma indeleble que el diablo no es imper­sonal, sino personal. Que el diablo pone a prueba a cada individuo, y cada uno puede aprobar o suspen­der. Que el mal es tentador y seductor. Que la agresividad puede abrirse un hueco en cada uno.

El bien y el mal individuales no son privativos de ninguna religión. No tienen por qué ser términos religiosos. La decisión de causar daño o no causarlo, de hacerle frente o hacer la vista ciega, de contribuir activamente a curar el dolor, como un médico rural entregado a su trabajo, o conformarse con organizar manifestaciones airadas y firmar peticiones generales, es una elección con la que nos encontramos varias veces al día.

Co­mo es natural, a veces podemos equivocarnos. Ahora bien, incluso cuando tomamos una decisión equi­vocada, sabemos lo que estamos haciendo. Sabemos cuál es la diferencia entre el bien y el mal, entre causar dolor y curarlo, entre Goethe and Goebbels. Entre Heine y Heydrich. Entre Weimar y Buchenwald. Entre la responsabilidad individual y el mal gusto colectivo.

Crecí en la Jerusalén de los años cuarenta como un niño muy nacionalista, incluso chauvinista, y pro­metí no poner nunca el pie en suelo alemán e incluso no comprar nunca un producto alemán. Lo único a lo que no me sentí capaz de renunciar fue a los libros alemanes. Sí hacía un boicot a los libros, me decía a mí mismo, me parecería un poco a "ellos".

Al principio, me limitaba a leer la literatura alemana de preguerra y a los autores que se habían opuesto al nazismo. Más tarde, en los años sesenta, empecé a leer en hebreo las obras de la generación de novelistas y poetas alemanes de posguerra. En especial, las obras de los autores del Grupo 47. Me permitían imaginarme en su lugar. Mejor dicho: me seducían para que me imaginase en su lugar, durante los años oscuros, en los años anteriores y en los posteriores.

Después de leer a esos autores y a otros, ya no pude limitarme a seguir odiando todo lo alemán del pasado, el presente y el futuro. En mi opinión, imaginar al otro es un potente antídoto contra el fanatismo y el odio. Creo que los libros que nos hacen imaginar al otro pueden hacernos más inmunes con­tra las estratagemas del mal, el Mefisto del corazón. Así fue como Günter Grass y Heinrich Bóll, Inge­borg Bachmann y Uwe Johnson y, en particular, mi querido amigo Siegfried Lenz, me abrieron la puer­ta a Alemania.

Ellos, junto con una serie de amigos alemanes muy queridos, me obligaron a romper mis tabúes y abrir la mente y, al final, el corazón. Volvieron a mostrarme los poderes curativos de la literatura.

Imaginar al otro no es una mera herramienta estética. Es además, a mi juicio, un imperativo moral fundamental. Y, sobre todo, imaginar al otro es un placer humano profundo y muy sutil.

www.conelpapa.com

lunes, 17 de noviembre de 2008

Duende sobre el asfalto


La imagen lejana de la canción primera.
(Los bosques se han dormido sobre la carretera).
Luciérnagas que vuelan como estrella fugaz,
Maletas rotas. Zapatos sepultados por el lodo...
Por las noches del tiempo que se fué: Duendes.

Voces del viento que aletean sobre la triste alegría
De existir. Llanto de una sonrisa;
Rocío de una lágrima. Encontrar el camino nueva vez.

Creer en el milagro de existir. Besar la esperanza del sueño despertado.
Carrito de javilla, Barrancolí que escarba sobre el barro encantado
Por serpientes dormidas. Despertar. Despertar nueva vez

Con las alas abierta a la ambigua mirada del concreto.
Tomar por la mañana, de primer pensamiento,
El café que ha salido del pilón.

Y luego el paisaje que se abre
Con olor a camino, cruzados por el tibio espectro
De un nuevo amanecer. Despertar. Hablar con el silencio

Que perdió las palabras cuando quiso volar sobre el asfalto.
Duendes.
Casitas de cartón, grises nostalgias.
Canción de ser
La forma indescifrable del anhelo: Ruiseñor del ocaso...
Duende sobre el asfalto.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Jumeadora

Lamparita jumeadora
De mis noches sin aliento
Dale a mi pecho afligido
Tu luz
Tu voz
Y un chorrito de esperanza.
Para con el nuevo día,
Que aun está muy lejano,
Volver a andar los caminos.
Los caminos de la vida.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Ilusión

Y si vas muy al norte en compañía del viento,
Dame lugar en tu viaje
Y en tu silencio.
Si sales muy de mañana para llegar
Sin prisa
Me iré por tus cuestas
Respirando el aroma de tu larga cabellera.
Y compañero de tus formas intangibles
Te diré adios un poco después
De que muera la tarde.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Juan Antonio Alix 2

LOS MANGOS BAJITOS

Dice don Martin Garata,
Persona de alto rango,
Que le gusta mucho el mango
Porque es una fruta grata.
Pero treparse en la mata
Y verse en los cogollitos,
Y en aprietos infinitos...
Como eso es tan peligroso,
El encuentra más sabroso
Coger los mangos bajitos.

Don Martín dice también
Que le gusta la castaña,
Pero cuando mano extraña
La saca de la sartén,
Y que se la pelen bien
Con todos los requisitos;
Pero arderse los deditos
Metiéndolos en la flama.
Eso sí que no se llama
Coger Los mangos bajitos.

Por eso la suerte ingrata
De la Patria no mejora
Porque muchos son ahora
Como don Martín Garata,
Que quieren meterse en plata
Ganando cuartos mansitos
Con monopolios bonitos,
Con chivos o contrabando,
O así, de cuenta de mando,
Coger los mangos bajitos.

Cuando hay revolución
Maña es la más antigua,
Despachar a la manigua
De brutos a una porción.
Que al mandarlos algún don
Ya se marchan derechitos,
Y los dones quietecitos
Cada cual queda en su casa.
Para cuando todo pasa,
Coger los mangos bajitos.

Cuando el toro está plantado
Se verán miles toreros,
Allí en los burladeros
Con el pitirrio apretado.
Cuando el toro otro ha matado
Al punto salen toditos,
Echando vivas a gritos
Y a empuñar buenos empleos,
Que son todos sus deseos
Coger los mangos bajitos.

Dejen ya la maña vieja
De mandar al monte gente
Para tumbar presidente
Sin dar motivos de queja;
Que la prudencia aconseja,
Que vivamos tranquilitos,
Como buenos hermanitos,
Que mucha sangre ha costado
Y la ruina del Estado
Coger los mangos bajitos.

Y que vean lo que ha costado
La tumba de dos poderes,
Que han muerto miles de seres
Que la tierra se ha tragado.
Cuántas viudas no han quedado,
Y huérfanos infinitos!
Cuántas miserias y gritos!
Y cuánta sangre correr!...
Por unos cuantos querer
Coger los mangos bajitos.

Ahora lo que han de hacer
Echarlo todo al olvido,
Y al Presidente elegido
Ayudarlo a sostener.
Y evitar que vuelva a haber
Más viudas y huerfanitos,
Más crímenes y delitos,
Y lárguense a trabajar,
Los que quieren,
SIN SUDAR,
Coger los mangos bajitos.

Juan Antonio Alix

miércoles, 12 de noviembre de 2008

juan antonio alix

LAMENTACIONES

Caramba! quiero casarme,
Aunque mi mamá lo sienta;
Porque paso de los treinta
Y yo no quiero quedarme;
Yo estoy ya por colocarme
Pero de cualquier manera,
Sin andar con más espera
Ni más vuelta al pensamiento;
Yo estoy ya por casamiento
Y me caso con cualquiera.

Cansada estoy de esperar
Y me moriré de vieja,
Esperando esta pareja
Con quien me quieren casar,
Que del cielo ha de bajar;
Blanco, noble y millonario,
De un talento extraordinario,
Buen mozo, muy elegante
Que toque el piano, y que cante
Más bonito que un canario.

Mi mamá culpa ha tenido
Que llegara yo a esta edad,
Sin esa felicidad
De tener un buen marido;
Porque a ella le ha cogido
Con que debo ser casada,
Con ministro o embajada,
De Alemania o Inglaterra;
Cuando aquí en nuestra tierra
No valemos cuasi nada.

Envidia me causa ver
Miles mujeres casadas,
Que están muy bien colocadas
Por no ponerse a escoger;
Pues el mucho pretender
Y ese orgullo mal fundado,
No da ningún resultado;
Pero ni luce ni cabe,
Donde todo el mundo sabe
Del pie que uno ha cojeado.

Mi mamá siempre se pone
Con miles de sacaliñas,
Cuando de cacas y tiñas
Este mundo se compone;
El que a eso se dispone
Se olvida de ciertas cosas,
Que no son ni tan honrosas
Para que anden repingando
Y narices aventando
Como las vacas rabiosas.

Y mi mama en otra era
Nunca frecuentó un salón
Que mereciera atención
Y ni mirarlo siquiera;
Pero hoy que en la primera
De verse tanto se alegra
Le sopla su bola negra
A tantos jóvenes buenos,
Porque dízque tiene a menos
De que la tengan por suegra.

Yo me muero por bailar
Y mi mama no me deja,
Por no haber noble pareja
Con quien pueda yo danzar.
La Juventud del lugar
No puede ser más decente,
Más culta y más complaciente,
Y a mi mama le ha cogido,
Con que el mundo está perdido
Y en los bailes comen gente.

No quiere que tenga amores,
Ni quiere que al Parque vaya,
Porque no falta canalla
Entre los visitadores.
Ni por los alrededores
De casa pisa varón
Porque dizque todos son
Unas aves de rapiñas,
Que se llevan a las niñas
Como a paloma un gorrión.

Así es, que quiero casarme
Con el hombre que me cuadre,
Y no con el que mi madre
Por esposo quiera darme.
Pues yo no quiero quedarme
Como otras que están penando,
Que por estar esperando
Casarse con un Sultán,
Vistiendo santos están
Y en las iglesias cantando.

Para tanta esclavitud,
Seguro que me coloco,
Así sea con Ñico el loco,
Si no anda con prontitud
La piadosa juventud,
Pues cualquiera se condena
Viviendo con tanta pena
Y así tan mortificada,
Como una monja encerrada
Sin saber de cosa buena.

Juan Antonio Alix(1833-1918)

martes, 11 de noviembre de 2008

Caminante

Cada día guarda un horizonte nuevo y una nueva canción
Para el caminante y sus huellas.

lunes, 10 de noviembre de 2008

NO OYES LADRAR A LOS PERROS(JUAN RULFO)




No oyes ladrar a los perros
—Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna

señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte.

—No se ve nada.

—Ya debemos estar cerca.

—Sí, pero no se oye nada.

—Mira bien.

—No se ve nada.

—Pobre de ti, Ignacio.

La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose

de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y

creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una

sola sombra, tambaleante.

La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada

redonda.

—Ya debemos estar llegando a ese pueblo, Ignacio. Tú que

llevas las orejas de fuera, fíjate a ver si no oyes ladrar los

perros. Acuérdate que nos dijeron que Tonaya estaba

detrasito del monte. Y desde qué horas que hemos dejado el

monte. Acuérdate, Ignacio.

—Sí, pero no veo rastro de nada.

—Me estoy cansando.

—Bájame.

E1 viejo se fue reculando hasta encontrarse con el paredón

y se recargó allí, sin soltar la carga de sus hombros.

Aunque se le doblaban las piernas, no quería sentarse,

porque después no hubiera podido levantar el cuerpo de su

hijo, al que allá atrás, horas antes, le habían ayudado a

echárselo a la espalda. Y así lo había traído desde entonces.

—¿Cómo te sientes?

—Mal.

Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos parecía dormir.

En ratos parecía tener frío. Temblaba. Sabía cuándo le

agarraba a su hijo el temblor por las sacudidas que le daba,

y porque los pies se le encajaban en los ijares como

espuelas. Luego las manos del hijo, que traía trabadas en

su pescuezo, le zarandeaban la cabeza como si fuera una

sonaja. É1 apretaba los dientes para no morderse la lengua

y cuando acababa aquello le preguntaba:

—¿Te duele mucho?

—Algo —contestaba él.

Primero le había dicho: "Apéame aquí... Déjame aquí...

Vete tú solo. Yo te alcanzaré mañana o en cuanto me

reponga un poco." Se lo había dicho como cincuenta veces.

Ahora ni siquiera eso decía. Allí estaba la luna. Enfrente

de ellos. Una luna grande y colorada que les llenaba de luz

los ojos y que estiraba y oscurecía más su sombra sobre la

tierra.

—No veo ya por dónde voy —decía él.

Pero nadie le contestaba.

E1 otro iba allá arriba, todo iluminado por la luna, con su

cara descolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca. Y él

acá abajo.

—¿Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien.

Y el otro se quedaba callado.

Siguió caminando, a tropezones. Encogía el cuerpo y luego

se enderezaba para volver a tropezar de nuevo.

—Este no es ningún camino. Nos dijeron que detrás del

cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado el cerro. Y Tonaya

no se ve, ni se oye ningún ruido que nos diga que está

cerca. ¿Por qué no quieres decirme qué ves, tú que vas allá

arriba, Ignacio?

—Bájame, padre.

—¿Te sientes mal?

—Sí

—Te llevaré a Tonaya a como dé lugar. Allí encontraré

quien te cuide. Dicen que allí hay un doctor. Yo te llevaré

con él. Te he traído cargando desde hace horas y no te

dejaré tirado aquí para que acaben contigo quienes sean.

Se tambaleó un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvió a

enderezarse.

—Te llevaré a Tonaya.

—Bájame.

Su voz se hizo quedita, apenas murmurada:

—Quiero acostarme un rato.

—Duérmete allí arriba. Al cabo te llevo bien agarrado.

La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro. La

cara del viejo, mojada en sudor, se llenó de luz. Escondió

los ojos para no mirar de frente, ya que no podía agachar la

cabeza agarrotada entre las manos de su hijo.

—Todo esto que hago, no lo hago por usted. Lo hago por su

difunta madre. Porque usted fue su hijo. Por eso lo hago.

Ella me reconvendría si yo lo hubiera dejado tirado allí,

donde lo encontré, y no lo hubiera recogido para llevarlo a

que lo curen, como estoy haciéndolo. Es ella la que me da

ánimos, no usted. Comenzando porque a usted no le debo

más que puras dificultades, puras mortificaciones, puras

vergüenzas.

Sudaba al hablar. Pero el viento de la noche le secaba el

sudor. Y sobre el sudor seco, volvía a sudar.

—Me derrengaré, pero llegaré con usted a Tonaya, para

que le alivien esas heridas que le han hecho. Y estoy seguro

de que, en cuanto se sienta usted bien, volverá a sus malos

pasos. Eso ya no me importa. Con tal que se vaya lejos,

donde yo no vuelva a saber de usted. Con tal de eso...

Porque para mí usted ya no es mi hijo. He maldecido la

sangre que usted tiene de mí. La parte que a mí me tocaba

la he maldecido. He dicho: "¡Que se le pudra en los riñones

la sangre que yo le di!" Lo dije desde que supe que usted

andaba trajinando por los caminos, viviendo del robo y

matando gente... Y gente buena. Y si no, allí esta mi

compadre Tranquilino. E1 que lo bautizó a usted. El que le

dio su nombre. A él también le tocó la mala suerte de

encontrarse con usted. Desde entonces dije: "Ese no puede

ser mi hijo."

—Mira a ver si ya ves algo. O si oyes algo. Tú que puedes

hacerlo desde allá arriba, porque yo me siento sordo.

—No veo nada.

—Peor para ti, Ignacio.

—Tengo sed.

—¡Aguántate! Ya debemos estar cerca. Lo que pasa es que

ya es muy noche y han de haber apagado la luz en el

pueblo. Pero al menos debías de oír si ladran los perros.

Haz por oír.

—Dame agua.

—Aquí no hay agua. No hay más que piedras. Aguántate.

Y aunque la hubiera, no te bajaría a tomar agua. Nadie me

ayudaría a subirte otra vez y yo solo no puedo.

—Tengo mucha sed y mucho sueño.

—Me acuerdo cuando naciste. Así eras entonces.

Despertabas con hambre y comías para volver a dormirte. Y

tu madre te daba agua, porque ya te habías acabado la

leche de ella. No tenías llenadero. Y eras muy rabioso.

Nunca pensé que con el tiempo se te fuera a subir aquella

rabia a la cabeza... Pero así fue. Tu madre, que descanse en

paz, quería que te criaras fuerte. Creía que cuando tú

crecieras irías a ser su sostén. No te tuvo más que a ti. El

otro hijo que iba a tener la mató. Y tú la hubieras matado

otra vez si ella estuviera viva a estas alturas.

Sintió que el hombre aquel que llevaba sobre sus hombros

dejó de apretar las rodillas y comenzó a soltar los pies,

balanceándolo de un lado para otro. Y le pareció que la

cabeza; allá arriba, se sacudía como si sollozara.

Sobre su cabello sintió que caían gruesas gotas, como de

lágrimas.

—¿Lloras , Ignacio ? Lo hace llorar a usted el recuerdo de

su madre, ¿verdad? Pero nunca hizo usted nada por ella.

Nos pagó siempre mal. Parece que en lugar de cariño, le

hubiéramos retacado el cuerpo de maldad. ¿Y ya ve? Ahora

lo han herido. ¿Qué pasó con sus amigos? Los mataron a

todos. Pero ellos no tenían a nadie. Ellos bien hubieran

podido decir: "No tenemos a quién darle nuestra lástima ".

¿Pero usted, Ignacio?

Allí estaba ya el pueblo. Vio brillar los tejados bajo la luz

de la luna. Tuvo la impresión de que lo aplastaba el peso

de su hijo al sentir que las corvas se le doblaban en el

último esfuerzo. Al llegar al primer tejaván, se recostó

sobre el pretil de la acera y soltó el cuerpo, flojo, como si lo

hubieran descoyuntado.

Destrabó difícilmente los dedos con que su hijo había

venido sosteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó

cómo por todas partes ladraban los perros.

—¿Y tú no los oías, Ignacio? —dijo . No me ayudaste ni

siquiera con esta esperanza.

Juan Rulfo (1918-1986)

martes, 4 de noviembre de 2008

Bruce Lee

El lado filosófico del gran bruce lee:

Usando ningún camino como camino, teniendo ninguna limitación como limitación.
esta es la filosofía esencial del Jeet Kune Do

En toda parte oscura hay algo de luz y aun en lo fuerte existe algo de debilidad.
cada cosa es parte de un todo y que nada es totalmente independiente de la entidad.

La única forma de la que puedes encontrar la causa de tu propia ignorancia
es la auto evaluación total compromiso hacia tu propio proceso de crecimiento.

La clave de la inmortalidad es vivir primero una vida que valga la pena recordar.

No eres mejor o peor que cualquier otro. una vez que estableces un limite,
estas condenado a adherirte a el.

Un estilo nunca debería ser considerado como una pura verdad, cuyo principios y leyes
nunca pueden ser violados. el hombre, el individuo creador, es siempre mas
importante que cualquier sistema establecido.

Si sigues los modelos clásicos, estas comprendiendo la rutina, la tradición,
las sombras, pero no estas comprendiéndote a ti mismo.

En el caos busca la simplicidad, y en la discordia la armonía.

La acción es nuestra relación con todo.

Cuando no exista centro ni circunferencia, allí esta la verdad.

LAS SEIS ENFERMEDADES:

deseo de victoria

deseo de recurrir a la astucia técnica

deseo de mostrar todo lo aprendido

deseo de atemorizar al enemigo

deseo de jugar un papel pasivo

deseo de librarse de cualquier enfermedad que nos afecte.

Si te acostumbras a poner limites a lo que haces, físicamente o a cualquier nivel,
se proyectara al resto de tu vida. se propagara en tu trabajo, en tu moral,
en tu ser en general. no hay limites. hay fases, pero no debes quedarte estancado
en ellas, hay que sobrepasarlas...el hombre debe constantemente superar sus niveles.

Lo definitivo esta dentro de ti.

"Como habéis puesto creencias antes de la vida, credos antes de la vida, dogmas
antes de la vida, religiones antes de la vida, hay estancamientos puedes sujetar
las aguas del mar o juntar los vientos en tus puños? krishnamurti.

El verdadero arte del jeet kune do no es acumular, sino eliminar. la totalidad y
libertad de expresión hacia el siempre cambiante oponente debería ser el objetivo
de todos los practicantes de jeet kune do.

La gente del tao nunca intenta. hace.