jueves, 2 de diciembre de 2010

Ir volviendo



No hubo palabras en el silencio. Uno que otro bosquejo de oscuridad.
Todo supimos que era la lluvia. La lluvia.nada que decir. Nada que hacer.
ver el tiempo correr. correr hacia ningun lado. los frutos maduros
caen sobre el mar del asfalto. Las gotas que caen son la música. Nadie
sonríe. Todos estamos atento a la próxima canción. Nadie se deja ver
la mirada. Las alas dejaron volar sus plumas con el día. Serenata
insustancial que nos vuelven al principio. Compás innecesario que habla
de caminos andados y de voces cabernarias.
Veo el horizonte desde mi horizonte. Lo veo andar sin pesadumbre.
y recuerdo el olvido. Nada nos regresará a ningún lado.
Hacia atrás no hay nada. Si todo lo hicieramos a la vez
fuera posible. Pero es que nadie querrá bañarse nuevamente en esas
aguas. El sudor del reciente reloj deslumbra la ilusión.
No es posible lagrimear por la incertidumbre. Sonríen los lagartos.
Vemos nueva vez sobre la vieja canción.
Pero el presente tiene planes distintos. No hay nada hacia atrás.
No hay nada. Y en todo se ven desvanecer las cruces.
Se precipitan sin lágrimas hacia ningún lado. Somos tan pequeño.
Somos tan pequeños. Diminutos. Algo así como una canción de cuna.
Somos tan pequeños. No sabemos ni gemir por si nos roba el cuco.
Y entonces es así como es posible la posibilidad. Solo así.
Irse sin rumbo. Sin plan alguno. A ningun lado. Y solo.
Irse asi como si fuera posible el regreso. Ver como tiembla el horizonte.
Irse casi desnudo para un liviano equipaje. Irse con los años idos.
Sin regreso. Irse para recorrer nuevamente la misma canción...
Pero no. Solo hay camino hacia el presente que se respira.
No hay regreso. No lo hay. Nisiquiera a un viejo y fácil sentimiento.
Nisiquiera se pronunciarán igual los nombres. No.
Irse. Quién sabe hasta cuando caminar. Ser el mar, la orilla, la arena.
Vivir plegando la nostalgia. Respirar. Una y otra vez respirar
tristemente alegre. y luego sonreir bajo la lluvia.
Regresar. No es posible regresar. Nisiquiera a mecer la cuna que nos meció.
Nisiquiera a saludar rápido y despedir aquel arbol que nos
dejó descanzar en su sombre con toda la carga de nuestra inocencia.
Y luego que somos esto. Cualquier cosa. un saludo infinito a la vida.
La vida misma por lo liviano o pesado del presente.
Ilusión infecunda o mano salvadora de un sueño.
Nada es más pequeño que el momento en que pensamos
que es posible regresar. Porque...
no es posible.
Nisiquiera cargar esas viejas maletas. No es posible.
No hay un olor que nos muestre el sendero.
Ni huellas que desandadas nos pongan de pie
justo en el primer paso de lo ido...
Aquella joven cabellera ha blanqueado.
Aquella piel rosada y tersa,
hoy no es posible sobre ella la caricia.
Y entonces viene otra aroma y otras luces.
Vemos esas viejas cosas. Casas dormidas tras lejanos bosques.
Piedras famélicas que aspiran oraciones para cargar sus culpas.
Y otras cosas. Tambien. Volver a volver. Irse a un regreso perpetuo.
Callados para no perder el capricho de la esperanza.
Ver ganar a los ganadores. Y dormir a los dormidos.
Sobre templos fríos y hueros que huelen a despecho;
ver llorar de risa a los sonánbulos de alguna vieja canción.
Y en todo.
No es posible regresar.
Irse como un cangrejo a la orilla del río.
Tomar la ruta del tren y hacer desandar el reloj.
Hay que empezar a amar lo que tenemos a manos.
Aquello, lo que sea, que nos lleve a lo próximo.
Y luego a lo próximo y luego...
Aun lleguemos a parte alguna. Pero sin cansarnos de vivir.
Sin preguntar que cuando se acabará todo.
La vida nunca termina. Porque luego del último suspiro
Se vuelve a nacer y se empieza el cuento donde
lo dejamos la vez anterior.
Entonces. Sin prisa. Hagámosno lúcidos de que hay
que extender alas e ir con todo el ánimo posible
a la estación siguiente. Y luego a la siguiente.
Y luego....
Lo que no pudo ser. Lo que se fue. Lo que dejamos ir.
Todo eso ya no será posible. Asi que afinemos puntería
y veamos como podemos atinar al tiempo que nos va
pasando por las manos. Sellando y coloreando
el instante. Para que se vaya alegre,
por lo menos conforme...
No se ha de cargar la mente. Hay que librarla de pensamientos
y razones caidas. Hay que desalojar las cosas mocatas de alli
y verlo renacer con el día. Cada día. Uno a la vez.
Coloreando y cantando con el tiempo que tenemos en las manos.
Como un río que le cosquillea el nadar de sus peces.
El andar de sus piedras y de cada gota de su cuerpo...
Vacear el armazón. El granero. Dejarlo así, sin nada,
para que haga nido el viento por las noches,
y corra en la mañana con más brío y juventud...
Y en todo. No olvidar. Que no es posible regresar.
A los dias. Ni al saludo que quedó en la impresión del caminante
que pasó de prisa por un solo presente del presente.
Amar lo ido como tal. Aun aquello que fué dolor puro o angustia.
Verlo dulcemente desde la calma lejana de un mar fresco,
que acaba de nacer.
Y ser ola y distancia. Aspirante perpetuo al nuevo día.
Hasta que sea posible respirar.
Luego sentarnos en cualquier lado,
Doblar nuestras rodillas sin temor.
Dejar que todo el universo nos toque en cuerpo y alma,
y partir para regresar...
Una y otra vez.
A su tiempo y sobre la mesura de un vuelo fértil
que nos haga ir ligero como el viento;
siempre a punto de cambiar de dirección
o envolvernos en la neblina temporal
del destino. Para luego buscar la superficie
y andar sin carga alguna:
de espejos grises o de rostros inútiles.
Como el de la culpa o el rencor.
Dormir para siempre las tormenta;
con un simple respiro. Dormirla para siempre.
E ir con la nobleza que nos permita el presente.
Con un compañero incansable, ese corazón que vino con nosotros
y no se va antes ni después...
Porque.
No es posible ir volviendo lo que ha quedado atrás.
Con toda su belleza o su estrechez...
Allá donde estemos y el tiempo que sea que estemos;
ahí estará el centro del universo. Con el padre que nos mira,
Y todo aquello que es bendición de paso. De momento.
Mirando correr sobre su prisa al lagarto y
precipitarse hacia un brillo efímero.
A esas aves de tierra que viajan sin nombre
y sin descanzo a donde las lleve
el oropel y la serpiente...
Dibujar el sol bajo la lluvia,
Y luego respirar.

2 comentarios:

  1. ...leo y respiro trato de regresar al sentido del principio, pero los espejos grises me mienten imágenes, y el vuelo se hace rápido como el viento que no logra desplegar "la nostalgia". No se regresa al mismo río, tal vez porque nadie quiere nadar en aguas estancadas. Me fascinó este texto doloroso y poético.Un beso

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  2. Gracias caludia, un día seremos arena y caracola a la orilla de un mar cualquiera. Besos.

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