Y despertar. Ver la madrugada perderse, mientras besa el rocío.
Con el sol, se echa a andar la ilusión. Se devela el asfalto, y la naciente flor. Y el azul del cielo.
Entonces, radiantes de eternidad, volamos con las cosas por el mundo nuestro.
Ir entre la prisa del destino, entre la lenta inquietud del ayer.
Susurrando entre tiempo y reloj, se conjuga el amor en el respirar de cada instante.
Y la nostalgia. Y el último ocaso. Y lo lejano. Y lo maravilloso.
Enhebrar los caminos, uno en otro, para vernos por completo en un solo respirar.
Caminar en círculos, transcurrir en línea recta hasta volver al hogar. Al lugar primero.
Individuo, decimos. Multitud, decimos. Nosotros, decimos. Yo, decimos.
Y tú y yo. Corriendo entre la niebla de las dudas hasta hacernos poesía.
Hasta encontrarnos en un beso. Hasta entrelazar ilusiones. Hasta la ternura de la incertidumbre.
Que todo viaja en la nada. Abrazados a la soledad, encontrarnos.
Más que palabras, universo. Más que suspiro, música. Y aquello que aun no amanece.