Perderle el rumbo al amanecer, volver a encontrarle, para nueva vez verle irse.
Todo cambia cada vez, es diferente. Solo no cambia el amor y lo amado.
Entre la distancia y el instante, reencontrarse con el todo. Y desvanecerse luego.
Todo un ir y venir. Pero el sol no vacila en salir, ni las aves en volar.
Laberinto y niebla en un momento, luz y horizonte en otro. Un sorbo de café.
Y todo aquel sentir que viaja entre mares y universos, como un suspirar de dioses.
Los caminos se labran en el andar, y aquello crece en sí. Develando el azar.
Se echan a rodar los dados nueva vez, y con el alba, despierta el amor.
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