No ha pasado un segundo desde la primera vez. Desde el primer amanecer de todos.
El tiempo se encuentra con el tiempo, y el amor con el amor.
Y en la distancia, la distancia. Buscando la mirada de lo eterno en cada tic tac del reloj.
En las manos, todo el destino. En las alas, todo lo azul del cielo. Y tú y yo.
En un sorbo de café se encuentra toda la realidad, toda la vida. Y aquel ir y venir de los sueños.
Andar hasta el regazo de un susurro, con nombre de mujer.
Y decir que la encuentro en cada cosa, en cada minúscula forma de existencia.
Que ella es más que un camino, más que un beso. Más que un tejer pasos y anhelos.
Porque amanece. Amanece en un sentimiento vivo, que se abraza al abrazo y a la sonrisa.
Que busca, más allá de mil mares, la presencia infinita de su aliento. De su andar.
No queda en la mirada aquella duda, traspasando la niebla y el último danzar de la noche anterior
Para hablarle de enredarme en sus cabellos, de hacer nido en sus pensamiento. Hogar, en su corazón.
Y en la música de este sentir, concebir el todo y el aliento. Como un beso del alba.
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