De la ilusión a la realidad, de la noche al día.
Cuando existe el propósito de diluir la distancia. Encontrarse con lo amado.
Atravesar mil mares en barca de papel, y llegar a la orilla del amor. Envolverse en aquella expresión.
Y despertar. Como un sueño que amanece, despertar. En los brazos y la mirada de ella.
Y aquella historia que se escribe a cada instante, entra en capítulo nuevo. En el andar de la luz.
Allí, donde nace el hogar que ha de ir por el tiempo. En el día a día. Enhebrando sensaciones.
Mientras el mundo gira, mientras el viento susurra la música del alma.
Qué haremos para no perder el camino? Qué hacemos para que no nos alcance el olvido?
Tantas preguntas, con todo aquello que construye la vida a cada paso. Tras cada respirar.
Encontrarnos en el espejo de la propia dicha, como una canción en medio de la lluvia y el andar.
Qué nombre darle a lo vivido? Encontrarse a lo lejos, y luego ir el uno hacia el otro.
Con gracia, con duda...con pasión. Aquí ya no encuentro las palabras que han de seguir.
Pero la paciencia ha de dictar las mejores cadencias, en el ir y venir.
Que nos vista el divino parpadear de los sueños, con el amanecer anidando madrugadas.
Que no se pierda nunca la costumbre de encontrarnos en todas partes, a cada instante.
Que la búsqueda nos coloque en el punto de partida cada vez. Y allí vamos.
Enhebrando versos y oraciones. Abrazados sin dejar ir lo que somos, lo que nos une.
En medio de la niebla de algún momento, hacernos mirada de luciérnagas y canción.
Sembrando entre huellas nuevos caminos, entre tristezas y alegrías. Corazones alados.
Y justo ahora, que amanece, escribo tu nombre en todo lo que tengo, para no perderte nunca.
Esto es más que un decir...es una propuesta.
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