Así que es el tiempo que pasa parte de lo soñado. Y así trascendemos, casi sin miradas ni diálogos.
Entre aquel desierto de ilusiones despertamos.
Vemos salir el sol juntos, y luego nos perdemos en otras cosas.
Para luego encontrarnos en la distancia. Recogemos las estrellas y luciérnagas, porque sale el sol.
Para luego, en la tarde, recolocarlas. Me pierdo en tu mirada de luna, sonríes. Te echas a volar.
Entre tus alas, vuelo anidando la inmensidad del instante.
Seduce el presente, enhebrando eternidad. Melodía de un andar intangible.
Los espíritus engarzan la música y el anhelo. En otras partes, los amores caminan agarrados de manos.
En otras partes, se cuentan historias al oído y fluyen en el presente.
Pero entre nosotros hay distancia. Hay que cruzar mares, y encontrarnos para hacernos camino.
Podríamos hacer miles de cosas, o simplemente abrazarnos en silencio y ver correr el reloj...
Cada historia es cada historia. Intentar llevarla, entre barcas y corazones a rehacer el mundo.
No se puede mentir, hay sensaciones que crecen en la espera. Y eso es la vida que somos.
Tú y yo. Suena bien. Así que nos dejamos ir una vez más en el día a día.
Intentando labrar aquel idilio, que llegó en nosotros y con nosotros.
Cada vez que amanece, somos amanecer. Y todo lo demás.
Pero es lo que somos, ante el espejo de una andar que nos refleja. El uno en el otro.
Como una canción eterna.
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